martes, 21 de diciembre de 2010

Sonrisa de una Diosa

La sonrisa más sincera y perfecta jamás vista por mis ojos de mortal, cuando sonríe, sus ojos brillan de tal forma que el sol pierde fuerzas a su lado, sus dientes, perfectos, brillan al compás en que se mueve su pelo al mover la cabeza, su nariz; redonda, perfecta, su cara; preciosa.
Tal es su belleza, que al contemplar su rostro muchos enloquecen, tal es su perfección que cuando sale en un día soleado, el sol tan solo la ilumina a ella. Destellante, una sonrisa enigmática como una bellísima aurora boreal, un movimiento suyo puede cambiar el cosmos, una simple lágrima suya inundaría miles y miles de ciudades, una rabieta suya... y despedíos de todo cuanto conocéis, pues no dejará nada como estaba, cuando la Diosa está triste nada la consola, tan solo la continua  ayuda de sus súbditos y enamorados.
La Diosa es impactante, cada día su rostro reluce más, cada día su cuerpo es más y más perfecto, cada día, ella, es más bella. Cada instante, nos muestra más pruebas de su gran envidiada perfección, muchas desean tener su belleza, su piel, ¿Qué no os he hablado de su piel? Goza de una perfección divina deseada por todas, parece tener piel de porcelana, su tacto es suave como el tacto de una nube, su olor, aromático como si en ese momento te trasladaras a un campo de amapolas, y además de esto, la Diosa es lista, muy lista, sabe bien lo que tiene que hacer y decir en cada momento, cuida mucho sus actos y sus palabras, espera siempre el momento idóneo para todo, suele salirse con la suya, pero cuando no lo consigue, no se rinde, es una Diosa, llena de orgullo, repleta de sabiduría ancestral, y como bien dicen, más sabe el Diablo por viejo que por Diablo, pero ella, a diferencia del Diablo, es joven, una juventud que parece eterna, y gracias a esto sigue adelante, continua buscando lo que quiere, lo que desea, y por muchas veces que tropiece siempre continua, nunca se rinde, ¿y si no lo consigue a pesar de todos los esfuerzos? Pues no baja la cabeza, ella siempre está radiante, repleta de ésa felicidad que la caracteriza, con su sonrisa en la cara y con un andar tan elegante que las flores marchitas reviven a su paso, los enfermos se curan al oler su perfume, la gente se deslumbra con un destello de su cuerpo, y yo, solo con oír su voz recobro mi alegría, y lo digo, porque no hay mayor error que el silencio, por esto chilla, pues prefiero ver el fin de pie, que vivir de rodillas.

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