martes, 1 de febrero de 2011

Como una espinada rosa negra.

Esta sensación que me recorre todo el cuerpo cuando te veo es inexplicable, hace poco que te vi entre todas las flores de este matojo de rosas, pero tú destacabas, eras nueva, pero con algo especial, algo que te hacía distinta a todas las demás que te rodeaban, me fijé en ti por que me asombró el destello de luz que reflejaban tus oscuros pétalos, que se diferenciaban de los rojos corrientes de las demás, unos pétalos que embrujarían la mirada de cualquier ser al instante, pues tú, mi rosa negra, me embrujaste al mirar ese pelo tan oscuro, como el que mira el pétalo de una rosa negra, tu voz me sedujo en el mismo instante en que la escuché, fue como escuchar una canción angelical saliendo de tus labios, unos labios carnosos que pedían a gritos que les besara, unos labios que sin decir una mísera palabra, conseguían hacerme perder el sentido, eras joven, demasiado quizás, pero quería que fueras mía, quería que te separaras de esas flores que te hacen parecer menos brillante, y hacer que destacaras a mi lado, porque yo, una simple margarita, que se deshoja poco a poco a medida que pasa el tiempo, un diente de león que se desvancece con un soplo de viento, yo, a tu lado, soy menos que nada, y quería que destacaras por encima de todo, por encima de todas, e intenté agarrarte, arrancarte de ese ramo, pero, ¡dichosa mi estampa! ¡La única rosa casi perfecta! ¡La unica a la que un defecto se le detecta! Estabas espinada, me pinchaste la mano como también el corazón, y de haberme embrujado, ahora, me tienes envenenado, estoy dolorido, solo tú tienes la cura para mis dos heridas, solo tú sabes como evitar que esto siga, y espero que se te caigan pronto las espinas para poder arroparte, por que aunque me duela, aunque se me estaquen las espinas en mi torso, aunque tenga que sufrir como nadie nunca ha sufrido, yo, te prometo, que algún día, te abrazaré.

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